ciegos de demasiada luz
cerrar los ojos para reencuadrar
miradas, silencios y memorias,
para que la ausencia se convierta en presencia
y la ceguera en música.
Si el ojo es el vehículo de todas las fugas,
el oído constituye, por el contrario,
el cuenco de todas las repeticiones,
de todas las vueltas del ser sobre sí mismo.
"Lo mejor de la noche es el silencio,
porque en él se descubre,
o que la luz no tiene la importancia que creemos,
o que en la oscuridad la vida es más intensa.
Por eso es conveniente muchas veces impedirle a los ojos la mirada,
asumir ese reto de sentir,
de otorgarle sabor a lo que olemos, tocamos o escuchamos
sin saber de su aspecto, su forma o su color.
Sólo así damos vida al centinela del reto,
aquel que nos hace entender que a través del tiempo vive la creación,
a través de la huella del momento sagrado
y su transformación en una gran marea
en cuya espuma sólo algunos poseen el privilegio
de poder descubrir
lo que hemos sido,
somos
o esperamos llegar a ser un día."
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