miércoles, 6 de junio de 2007

hermetismos

El divino Hermes

Durante la antigüedad, Hermes, asociado al dios egipcio Thot, fue considerado inventor de la escritura y autor de numerosos tratados mágicos y religiosos.

Durante el periodo del Imperio Romano los textos herméticos fueron reinterpretados por la Escuela de Alejandría en Egipto, a la luz de la filosofía griega, en particular de Pitágoras y de Platón, en tanto que los Padres de la Iglesia tuvieron un gran respeto por Hermes en virtud de las analogías entre ciertos textos de los Evangelios y ciertos textos que se le atribuían.

En 1460 se le entregó a Cosimo de Medicis, Señor de Florencia, un manuscrito encontrado en Macedonia y atribuido por error a Hermes Trismegisto. Esta obra traducida en 1463 por el filósofo y religioso Marsilio Ficino fue seguida por las traducciones de textos platónicos que revelaban una concepción fascinante del cosmos.

Según esta filosofía, el Universo converge hacia la unidad divina ordenado según los grados de perfección representados por los círculos concéntricos de las esferas planetarias y celestes.

El hombre está constituido por una parte divina, el alma, que durante su existencia terrenal puede conducirlo a la contemplación del Bien supremo mediante la práctica de las virtudes y por mediación de diferentes entidades angélicas.

Otra dimensión filosófica importante suponía que el Universo se refleja en cada cosa existente.
El hombre era considerado como un mundo en miniatura, un microcosmos idéntico en todo y por todo al Macrocosmos.

Los filósofos del Renacimiento, a partir de Ficino, imaginaron sistemas complejos de correspondencia entre los astros del firmamento y las diferentes partes del organismo humano.

Es sobre la base de tales principios que se revalorizaron la magia, la astrología y la alquimia, el arte hermético por excelencia. Estas ciencias debían ayudar al hombre a comprender las conexiones ocultas que aseguran la cohesión del universo y que influencian el comportamiento humano.
Así las divinidades astrales antiguas, Saturno, Júpiter, Marte, Venus, el Sol y la Luna, revistieron nuevamente el rol de espíritus poderosos y temibles a los que se podía dirigir plegarias e interrogaciones para conocer el destino humano.

Los amuletos, ciertos ritos y la realización de operaciones particulares debían permitir al hombre defenderse contra la potencia de los astros, igualmente presente en las piedras y los metales, obteniendo la facultad de capturarla y usarla para elevarse espiritualmente.


"deberás rendir cuentas de aquello que hiciste con el tiempo que te fue asignado"

Gandalf en El señor de los anillos de JRR Tolkien

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