miércoles, 30 de mayo de 2007

fassbinder



aniversario: rainer werner fassbinder

http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2007/05/26/u-00611.htm
http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2007/05/26/u-00812.htm



Un monstruo del cine con la intensidad de una estrella de rock






Cuando en 1992 se cumplieron diez años de la muerte de Fassbinder, un crítico tituló su nota de homenaje como si
fuera una pancarta: "Extrañamos a Rainer".
La razón de que la falta se hiciera sentir tanto entonces era que no había nada semejante a él en el cine de esos
días. Había sido el más original, el más prolífico y el más radical de los cineastas de una generación que
fue también la más importante del cine alemán de posguerra.
Si en ese momento se miraba hacia atrás, la dimensión de Fassbinder y el escándalo de su ausencia no podían sino
parecer gigantescos.

Es que Fassbinder fue una fuerza de la naturaleza con pocos equivalentes en la historia del cine.

Su carrera duró apenas trece años, pero en ese lapso filmó 41 películas que, más allá de los desniveles de estilo y
calidad, tienen una unidad notable.
Muchos directores dejan una filmografía; él, como los más grandes, dejó una obra.
Fassbinder siempre supo que mantener abiertas las heridas era la única esperanza de un futuro.
Sus características más salientes como cineasta fueron la increíble intensidad de sus películas y el hecho de que
éstas conformen una red, una estructura en la que todas están de algún modo articuladas.

Entrar por cualquier parte en la producción de Fassbinder es descubrir un planeta con sus leyes y su geografía pero,
a diferencia de otros creadores de universos artísticos, el suyo no es una fantasía sino que se superpone con el que
conocemos, salvo que tiene otro peso emocional y otra velocidad.
No hay una escena de su obra que no esté marcada por la angustia.
Aunque el humor negro atraviesa su cine y hasta pueden detectarse en él algunos grandes momentos de comedia, Fassbinder sólo filmó la muerte o, mejor dicho, la muerte en vida, el infierno de una sociedad que asesina a los
débiles en cada mundo privado.

Uno de sus mayores rasgos de genio fue comprender que no había distancia entre la intimidad y el espacio público.
Toda su obra se resignifica cuando las calamidades históricas convergen con las privadas.

Si a diez años de su muerte el panorama cinematográfico mostraba cuán imprescindible había sido su presencia,
cuando han pasado veinticinco hemos dejado de extrañarlo porque la evolución del mundo y del cine nos convencen
de que un caso como el de Fassbinder es irrepetible.
La figura del cineasta maldito, de la estrella incandescente, del artista bohemio consumido por su pasión pertenecen
a otra época y no a la de un cine mundial más disciplinado y profesional, de directores integrados y previsibles.

Ya está visto. No son éstas épocas heroicas.

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